
Sobre la mesa circulaban frases y palabras. Iban y venían de un lado a otro, siempre acompañadas de gestualidades, recorriendo las distancias que separaban a quienes sentados en sus respectivas sillas, charlaban sobre cualquier cosa. Lo increíble de observar, era la sensación que ellos mismos tenían de estar charlando no sobre cualquier cosa, sino sobre cosas muy importantes.
Y así era, porque las palabras de uno llegaban al otro, ahí se transformaban, para relanzarse en otras direcciones ya metamorfoseadas en otra cosa, impactando en quien las recibiera. Así una y otra vez, durante horas.
Charlaban estos tres amigos sentados en torno a la mesa. Charlaban creando lo que no había. Lo que no había en cada uno de ellos, antes de escuchar las palabras de los demás.
Charlaban y transformaban los sentidos, esos rígidos sentidos que suelen sostener una convicción, o un prejuicio, o una idea un tanto inmadura. Ese proceso de amasado transformaba los enunciados de ida y de vuelta. Y asi pasaban las horas. Entretenidos, impactados, sorprendidos.