8/14/2010

El tiempo

Son varios los artefactos indicadores del paso del tiempo. Los relojes, los calendarios y otros objetos destinados a medirlo, son ayudas memoria en los que sostenerse para saber cuánto tiempo pasó de un momento a otro. Es un tiempo cuantificado. Quiero escribir hoy, sobre otro tiempo.

El tiempo que se desliza en lo minúsculo de una escritura. Desde que empieza hasta que termina, ha pasado tiempo. El tiempo de la lectura, también. Sin tiempo no es posible hacerlo.

Es el tiempo el que permite salir o ingresar en un momento, o en alguna sensación. Sin tiempo de por medio, no se puede.

El tiempo que pasó desde aquella última vez en la que te encontrastre con alguien y esta próxima en la que al reencontrarse, piensan: "parece que fue ayer" aunque hayan pasado 10 años según el calendario. El tiempo que transcurre entre un encuentro y otro no se mide solo por los años, sino también por todos aquellos detalles y todas las marcas que se fueron inscribiendo en los sucesivos encuentros.

El tiempo que se siente en el cuerpo, que se lee en las letras, que se desliza en las palabras. Las nuevas palabras que sin tiempo no hubieran podido madurar.

El tiempo de haber tenido experiencias.

Porque tenerlas, lleva tiempo.

8/10/2010

Hablar en público II

Algunos me decían el otro día que no podían entender cómo hacía para animarme a hablar en público.

Hablar en público no implica que haya muchas personas escuchando.
"El público" puede ser simplemente otra persona dispuesta a escuchar. 

En principio.

Y eso muchas veces no pasa.

Están los que no escuchan, los que no pueden recibir nada del orden de lo ajeno, los que sufren por tan solo encontrarse frente a alguien que les dice algo, que les habla. Estos son a los que prefiero no hablarles. Prefiero no violentar de más.

Por suerte están los que pueden recibir, los que no solo alojan sino que también pueden sostener un diálogo, los que intercambian comentarios y por sobre todo los que colaboran en una producción conjunta.

Con ellos si me gusta hablar. Porque construye.

Así si.

Otras veces, simplemente no tengo ganas.

8/08/2010

Viajar en subte: Parte 1

Escucho en general a la gente hablar sobre lo mal que se viaja en subte en esta ciudad y usarlo como motivo para justificar la no utilización de ese medio de transporte. 

Es cierto. 
Hay horarios en los que viajar en subte puede resultar una experiencia muy extraña.

Hora pico:
Llegás al andén luego de bajar las escaleras por las que muchas personas a la vez están bajando.
Una vez en el andén, como hay mucha gente, tenés que encontrar un espacio en el que pararte a esperar la llegada del tren. ¿Que más podés hacer?

¡Encontrar un espacio! Claro, a veces en la vida es tan difícil hacerse un lugar.... y mucho más difícil es si ese lugar esperás que te lo de otra persona!!

Entonces, llegás al andén, te ubicás en algún espacio libre y esperás. 

Claro, la espera es otro tema.

¿Qué haces mientras esperas? No está bueno esperar. Pero esperás.

Y te fijás qué podés hacer con eso.
Ya estás ahí. 

Las opciones son variadas: Mirar las tapas de las revistas de los kioscos, o los carteles de publicidad, o prestarle atención a la música que estás escuchando en Spotify, entre otras.

Llega el subte: Si lo viéramos en cámara lenta, veríamos cómo ya con solo verse las luces del tren aproximándose, la gente va abandonando la posición de espera -no eras vos el único esperando- y va tomando una actitud corporal más parecida a la de un animal en estado de alarma dispuesto a atacar o correr.

El subte frena, la gente amontonada ya está parada frente a la puerta más próxima a su punto de espera. Se abren las puertas. 
En general pasa que la gente que quiere subir, deja primero bajar a los que quieren bajar. Pero puede  que no. Que alguien quiera bajar y los que quieren subir no lo dejen. 
No porque no se den cuenta, sino porque no les importa.

Lo cual habla muy mal sobre mucha gente.

8/07/2010

Receta metafórica: "Los vínculos" parte II

Todo muy lindo, pero lo cierto es que mientras se aprende a hacer nudos y a diferenciar cuáles son los lazos a los que queremos estar anudados, y cuáles a los que no, se establecen vínculos que no son para nada agradables.

Por suerte esos vínculos pueden romperse y no pasa como cuando a un barrilete se lo lleva el viento.