11/29/2009

A veces

Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa

Sábado a la noche. Unos amigos me invitan a un bar por Palermo, en el que ya arreglaron para encontrarse con otros tantos. Cuando llego me encuentro con unas seis personas de las que solo conozco a 2. Hola qué tal, les digo mientras me presento. Estoy contento por ver a mis amigos, por salir a tomar algo con ellos y disfrutar de los paisajes nocturnos de la ciudad. Mientras escucho a uno de mis amigos contar sobre el viaje del que hace poco regresó, uno de los flacos a los que recién conozco, me pregunta a qué me dedico. Le respondo que trabajo como psicólogo, y pienso a la vez, después de varias experiencias similares, si debería haber dicho otra cosa, como para evitar las preguntas y reacciones que vienen a continuación después de mi respuesta, casi como si estuvieran guionadas.
Mientras respondo con cintura evitativa alguna de las preguntas de mi interlocutor, y trato de seguir la historia de mi amigo viajero, otro de los presentes, que estaba escuchando de costado, dice "vos que sos psicólogo..." y pregunta qué opino sobre cierto tema. Me cuenta que se divorció de su mujer, que está teniendo problemas con su ex y que no sabe cómo hacer para explicarle a su hija. "Ella está muy mal". Pienso ¿quién me mandó a abrir la boca?! Relojeo involuntariamente mi reloj, son las 3.20 am. Pienso cuántas cervezas tomé. Le digo que seguro debe ser difícil la situación en la que está, pero que va a tener que disculparme, es sábado a la noche y tal vez no es el mejor momento para hablar sobre sus cosas intimas. Sorprendido, él me dice que está todo bien, que tengo razón. Le ofrezco una tarjeta de un colega conocido al que puede llamar el lunes. Lo va a poder ayudar. Acepta la tarjeta. Disfruto de la reunión con mis amigos.

Domingo a la tarde. Suena el timbre de mi casa, atiendo y pregunto quién es. Me responde mi querido amigo Esteban. Me sorprendo, no lo esperaba, lo invito a subir. Preparo unos mates con tostadas y le comento mi sorpresa por su visita. Esteban rápidamente se angustia y me cuenta que está preocupado por una serie de peleas que está teniendo con su padre, al que conozco desde hace años. Esteban me cuenta que por diversos motivos tendrá que dejar la casa que comparte con su padre y que la situación le provoca muchísimo temor. Está preocupado. Conversamos mientras masticamos las tostadas. Le cuento cómo fue para mi, el momento en el que me fui de la casa de mis padres, la incertidumbre que sentí por no saber cómo iba a resultar eso de vivir solo. En fin. Charlamos durante algunas horas derivando el tema de conversación por una red de temas, como suele ser una buena charla. Esteban se detiene preocupado y me dice que no quiere molestarme con sus problemas, que entiende que por mi trabajo me la debo pasar "escuchando los problemas de la gente" y que su idea no es hacerme trabajar. Me pregunto por dentro qué imagen habré dado de mi mismo como para que un amigo no tenga la suficiente confianza como para charlar conmigo sin sentir que está hablando con un psicólogo. Le digo que si, es cierto, parte de mi trabajo es escuchar lo que los otros me cuentan, pero que no se preocupe por eso, que estamos charlando como cuando eramos más jóvenes, que está bueno que haya venido a mi casa si necesitaba charlar un rato. A mi también me gusta charlar con él y contarle de mis asuntos. Para eso están los amigos no?. O querés pagarme? Le dije. Se ríe.

Lunes a la mañana. Llego temprano al hospital porque tengo una entrevista con un paciente nuevo al que todavía no conozco. Lo espero en la sala del hospital mientras converso con algún colega de los que tienen buena onda sobre algún tema de interés en común. Tocan a la puerta y preguntan por mí. Es una chica acompañada por su padre. Me presento y los invito a pasar a uno de los consultorios. El padre me cuenta sobre su preocupación porque desde que se separo de la madre de la nena, él tiene severos problemas de agresión con su ex y su hija ha cambiado el comportamiento, se aisla, no quiere comer ni salir a pasear. Mantengo la entrevista con el padre como para conocer un poco más de la historia de la familia y contextualizar lo que a la joven le pueda estar pasando. Lo invito a que espere fuera del consultorio mientras yo entrevisto a su hija. Le explico que es necesario para que ella pueda contarme por si misma qué es lo que le está pasando, qué es lo que la tiene mal. La chica ingresa, se sienta, me mira con desconfianza y me pregunta con gran ironía "¿se supone que acá tengo que hablar con vos como si fueras un amigo al que le cuento mis cosas?" La noto asustada. Le respondo que ella puede hablar como quiera, si quiere hablarme como a un amigo, que lo haga. Pero que tenga presente que ella está en un hospital porque algo le está pasando y que yo no estoy ahí para hacerme amigo de ella, sino para intentar ayudarla con lo que le pasa. Respira hondo y me dice sonriente "Hablás como un psicólogo!".

11/18/2009

El circo

No soy el dueño, pero tampoco el mono.
Artista por momentos, espectador por otros.
Encuentro en esto un circo
y disfruto de la función.

Veo la escena, veo el público aplaudir.
¿Sos vos también artista?
Desde tu lugar de lector
leyendo palabras mías, te llevás una canción.

Circula! el circo circula!
¿Lo pensaron alguna vez?
Mi canción se hace tuya
como el circo de recién.

La canción era tuya
antes de cantarla yo!

11/04/2009

Enojos

Sobre los costados del camino, entre las piedras, los pastos y las hileras de hormigas que siguen paralelas la dirección del camino, crecen los enojos.
Planta milenaria, crece sin requerir demasiada atención. Sobre la tierra, algunas lluvias ocasionales y el enojo va tomando fuerza. No hace falta mucho más.
Hay quienes al pasar por el camino, arrancan los enojos y se los llevan en el bolso, la cartera o en algún receptáculo que sirva para los fines. Algunos los cortan en rodajas y los agregan a las ensaladas. Tienen un sabor fuerte, entre dulzón y amargo. Otros los ponen a hervir y se preparan un té. El famoso té de enojo. Ponele azúcar.

El enojo crece sin demasiada atención. Por eso mismo no conviene dejarlo crecer indefinidamente. Cada tanto arrancar unas plantas, cortarlas en juliana, o en cubitos y preparar algo rico para comer. El enojo es una planta rastrera, va cubriendo superficie a medida que crece, y como no hace mucho barullo mientras lo hace, un día te querés dar cuenta y zaz!! Tenés el camino interrumpido por los enojos!!