Me encuentro en un lugar en el que no siempre puedo decir lo que me gustaría decir. Se me explica que no debo, por prudencia, decir lo que se me ocurre si no quiero violentar a quien me escucha.
Me pregunto ¿Todo lo que digo tiene ese signo negativo? ¿Todo lo que quiero decir puede violentar? ¿Y cuando digo algo que pienso que no va a violentar? ¿Violenta de todas formas?
Se me explica que lo que digo no solo se calcula por el contenido de lo que expresa, sino también y sobre todo por el lugar desde donde lo digo.
Pienso ¿Digo desde el mismo lugar en todos los lugares? Porque quiero creer que aún puedo estar en varios lugares, no a la vez, claro, pero si en varios dentro de la secuencia que hace a mi-temporalidad.
El lugar irreductible de mi, pero de un mi que deviene cada vez un lugar diferente. ¿cuantos mi hay para quienes me escuchan?
Una idea, un pensamiento, una ocurrencia, una ficción. Al menos una de cada una han ido a parar al cajón de "lo que no tengo que decir"
Y si lo digo...?
Escribir siempre fue un recurso que tuve muy a mano. Primero sobre el papel y más adelante en el teclado. En este Blog escribí entre el 2009 y el 2011 en un momento muy especial de la vida en el que empecé a construir un recorrido ya como profesional. En 2009 empecé mi primer trabajo profesional rentado yéndome de donde trabajaba. Sobre las despedidas, el crecer, el construir cosas nuevas. Moverse y cambiar. Decir. Hablar. Escrituras de pasaje entre experiencias.
"Una idea, un pensamiento, una ocurrencia, una ficción. Al menos una de cada una han ido a parar al cajón de "lo que no tengo que decir"
ResponderEliminarY si lo digo...? "
Esto me encantó. Me sentí muy representada en eso, y me parece que se sigue con lo que escribís más adelante:
"Uno de esos obstáculos, y me parece que el más resistente, recide en mi. Y tiene que ver con preguntarme cómo lo van a recibir los otros que están ahí escuchando".
De lo que uno habla en público, resuena en lo privado de tantos otros que esos días no hablan porque están en plena discución consigo mismos sobre si abrir o no la boca... sacando cuentas de los costos y beneficios de hacerlo.
Creo que lo más costoso termina siendo siempre callarse la boca cuando uno tiene las palabras empujando por salir. Uno se las guarda y termina teniendo el mismo efecto que no gritar en una montaña rusa... el hueco que queda en el pecho del alarido contenido, no hecho grito...
En varias de las entradas del Blog, escribí sobre el tiempo.
ResponderEliminarHa pasado más de un año desde que escribiste tu comentario y recién ahora es tiempo de responder. Estuve pensando.
Una vez, una persona muy querida por mi, con conocimiento de causa, me dijo que, aprender a cantar, es "educar el grito". Y tenía razón.
Cuando uno aprende a cantar, no solo tiene que encontrar el modo de producir los diversos sonidos, sino también encontrar los momentos para producirlos. Es decir: Sonido y Silencio se combinan uno y el otro de múltiples modos. Pero el silencio es parte necesaria del sonido. Hay que valorarlo como tal. Quizás lo complejo del asunto sea saber qué es lo que queremos cantar. Y en que momentos.
"Esperando que un mar sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta en el lugar en el que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa" (Pizarnik, Alejandra - La palabra que sana)
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